viernes, 4 de septiembre de 2009

Desde la oscuridad...

La luz del día pasa a través de una pequeña ventana, decorada con vidrios de colores. Apenas es perceptible. La luz en este lugar es muy tenue. Espero a un lado de su puerta, sentado en el piso helado. Estoy de alguna forma cansado. Quizás por el camino. Nuestras casas están bastante lejos entre sí, aunque el camino es simple, pero largo. Caminar, un autobús, el metro, y caminar de nuevo. Subir escaleras y ahí está su puerta.

El lugar es callado y cualquier suspiro se puede escuchar. Escucho unas llaves y la puerta principal del edificio. Entra un rayo de luz por debajo. Mi corazón comienza a acelerarse. Sí, tal vez sea él. Viene de clases. Tal vez le extrañe verme aquí, ya que no fui a clases con él. Siento mucha emoción de verlo. Ver su reacción al verme. La sorpresa y el desconcierto.
Alzo la cabeza y no es él. Es uno de sus vecinos, y sin notarme sigue subiendo las escaleras del edificio, supongo que viene de trabajar. Parece un señor bastante cansado.

Pienso, que como es él, también a su casa debe llegar algo tarde. Supongo que como siempre se distrae con nosotros en la escuela a la hora de salida, debe llegar algo retrasado aquí también. Hoy no importa mucho, su mamá se va a quedar a trabajar hasta tarde. Ha estado muy ocupada estos días.
Espero un momento más y escucho de nuevo el sonido de las llaves, el de la puerta de la entrada al edificio y veo la luz del sol entrando, bañando el suelo y los muros de la planta baja, reflejándose en los escalones del resto de los pisos.

Todos bromean cuando él llega a alguna parte. Y yo sé que está él ahí. Como si lo oliera a kilómetros. Y así es, de alguna extraña forma siento su presencia, me siento bien, me siento en mi hogar.
De nuevo mi corazón palpita de forma acelerada, y no puedo evitar mostrar de esas sonrisas incontrolables, de las que no te puedes quitar fácilmente y te muerdes los labios para disimular tu alegría. Alzo la mirada, y esta vez sí es él. Con su mochila en el hombro, un semblante un tanto serio. Distraido, como siempre, jugando con las llaves en sus manos. Él levanta la mirada y me ve sentado bajo su puerta.
Su cara iluminada por la tenue luz del día, delineada de forma perfecta, su piel pálida brillando con extraña sensación de porcelana, con divertidos restos de su barba a medio rasurar, sus ojos, bañados con la luz, muestran un color de avellanas, en ellos, un brillo fantástico. Y en sus labios una expresión de profunda extrañeza, así como sus cejas, que juegan a ver cual puede retorcerse más.
-¿Qué haces aquí?- pregunta con preocupado interés -¿Porqué no fuiste a la escuela?
Sonrío, mientras admiro cada uno de los detalles que le rodean. Suspiro y mientras lo veo a los ojos le contesto. –No me sentía bien, por eso no fui. Y… ¿Qué hago aquí?- Río brevemente, como si yo tampoco supiera la razón de mi presencia en ese lugar -Quería verte- contesto, finalmente.
Se sienta a mi lado y comienza a atacarme con preguntas de “¿Porqué si te sentías mal, vienes? ¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo? ¿Quieres hablar de algo? A lo que sólo puedo contestar con una sonrisa. Me gusta mucho que se preocupe por mí, me siento especial de alguna forma que no puedo explicar. – Si, necesitamos hablar.

Hay una pausa incómoda, porque ambos sabemos cuál es el tema que se va a tratar. Siempre hay esta pausa, y siempre la misma solución. O él pregunta algo, o yo empiezo a hablar. Así que decido comenzar yo.

-Quiero que me des una oportunidad. Sé que estás con alguien. Y lo tengo que respetar, por él, por ti, y sobre todo por mí. Finalmente, ¿quién soy yo para impedirte hacer lo que tú quieras? Aún así, quiero que me des una oportunidad de demostrarte cuanto te quiero, cuanto te necesito. Cuanto te amo... Sé que no es fácil, pero sé que merezco esta oportunidad. La oportunidad de ser feliz, cuando menos por un día. No necesitaré más.

En su cara puedo ver un gesto de culpabilidad, y en sus ojos crece un espectro de algo que presumo son lágrimas. –Perdóname- me dice. Y lo abrazo. – No tengo nada de que perdonarte, le contesto- no es tu culpa que yo siga enamorado de ti, y de que aún crea que tengo algún derecho contigo, más que el de la amistad.- Tomo su cara con mis manos y acaricio su barba a medio rasurar con mis pulgares. Mis ojos, sin darme cuenta liberan dos enormes lágrimas que corren a lo largo de mis mejillas hasta caer al suelo. Siento su aliento, que cada vez es más cercano. Al momento siguiente, tengo sus labios tocando los míos, que se funden como mantequilla en un sartén al rojo vivo.

Mi corazón palpita como si buscara salir de mi cuerpo, como lo hacen los monos en sus jaulas, y mi estómago parece como si hubiera conservado muchas crisálidas por mucho tiempo, y en ese instante hubieran completado su metamorfosis. Un mar de mariposas que quiere liberarse de su prisión de carne y hueso. El mundo se detiene, y sólo estamos los dos, uno solo.

Nos separamos. Se levanta y abre la puerta de su casa, toma sus cosas y me invita a pasar. Todo parece como una escena en cámara lenta. Puedo escuchar cada uno de sus respiros, sentir cada uno de sus latidos. Deja todo en la mesa del comedor y se voltea lentamente. Se acerca hacia mí y me toma de la cintura con sus manos cálidas. La sensación de los monos en las jaulas y las crisálidas completando su metamorfosis no cesa. Un beso más.

Me toma de la mano y me lleva por el pasillo, puedo ver la imagen de aquello que siempre soñé reflejada en un espejo gigante. Ya en la habitación lo tomo de los brazos y lo beso. Puedo escuchar un coro de voces perfectas en mi cabeza. Ya no tengo frío. Ya no me siento solo. Ya no me siento vacío.

Toma la chamarra que traigo puesta y lentamente me va despojando de ella, el resto, es una armonía utópica de sensaciones y caricias que nos recorren tanto física como emocionalmente.

Anochece, y debajo de las sábanas me murmura al oído. – Te quiero- En ese instante me convierto en el ser más feliz sobre la faz de la tierra. Tengo todo, y es perfecto. Me abraza y quedamos rendidos ante el hechizo de la luna llena.
Más tarde, comienza a entrar la luz del sol en la habitación. Despierto y él está ahí, a mi lado. Sonrío como nunca lo había podido hacer antes, y me incorporo. Y sólo lo veo dormir. La luz baña su piel como si los rayos del sol lo abrazaran, celosos.
Suena su teléfono. Y él despierta poco a poco. No me ve, y toma su celular. Contesta.
-Buenos días. Dice una voz melancólica por el auricular.
- Sí, diga, contesta él.
-Somos los padres de ***. - Son mis padres.- Sólo queríamos informarte que… él murió el día de ayer en la mañana, siendo su amigo, creímos que lo debías saber. No habrá ningún tipo de funeral, porque no le gustaban. Pero tendremos sus restos en la casa por un día. Sabemos que le hubiera gustado que estuvieras aquí…- Y en ese momento, deja de escuchar palabra alguna. Se se para del auricular y tira inconscientemente el teléfono al suelo. 

Él se queda sin palabas y me busca con la mirada. Ve la cama vacía y se sienta en ella. No me puede ver, ni oír más, pero lo abrazo y le pido perdón. Levanta la cabeza, como si me hubiera podido escuchar. – Te amo, y nunca te voy a olvidar.
No veo ninguna luz, ni un camino a seguir. Todo se va desvaneciendo ante mis ojos, como cuando la lluvia se lleva la tinta de aquella carta de amor que nadie quiso leer. En la oscuridad voy a esperar a que alguien llame mi nombre y tome mi mano…

1 comentario:

  1. No sé por qué me recuerda a "The Reader", siento que tu ambientación es esa. Me gusta el toque que le dió el estar escrito en primera persona.

    Por otro lado, estaría bien que revisaras tus metáforas, algunas son un poco cliché, y el final es un poco brusco. Siento que quedaría bien más largo.

    Trabaja en él, me gusta ^^

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